Algunas personas han sido infectadas con COVID-19, algunas con síntomas leves y otras han logrado superar graves secuelas del virus.
Ahora
que se habla de una vacuna surge la pregunta ¿las personas que superaron el
COVID-19 deberían vacunarse contra el virus? Es por eso que expertos responden
a esta pregunta.
Rand
Paul, senador del estado de Kentucky, en los Estados Unidos, afirmaba que el COVID
“naturalmente adquirido”, infección que él mismo padeció durante el 2020, era
un 99,99% efectivo, y que estaba seguro de que después de haber sobrevivido,
estaba más protegido que siendo vacunado.
Jennifer Gommerman, inmunóloga de la Universidad de Toronto comentaba al New York Times que “el problema con esa lógica es que es difícil predecir quién sobrevivirá ileso a una infección. Elegir la enfermedad sobre la vacuna es una muy mala decisión, pues hay que tener en cuenta todas las incógnitas que surgen en torno a la enfermedad en estos momentos, así como la capacidad hospitalaria que puede tener una región, personal sanitario y aún más importante, la respuesta inmune de cada uno. La principal ventaja de una vacuna contra el coronavirus es que es predecible y segura, ha sido diseñada de forma óptima con el objetivo de generar una respuesta inmune efectiva”.
Dichas
vacunas han conseguido prevenir la enfermedad de manera predecible, y siempre
serán una apuesta bastante más confiable y segura.
Las
vacunas que existen para algunas enfermedades, como la bacteria neumocócica,
provocan una mayor inmunidad que la propia infección, y después de algunos
estudios y demostrar su alto porcentaje de eficacia, las primeras evidencias
apuntan a que las vacunas para el COVID-19 se pueden situar dentro de la misma
categoría.
También
existen casos en los que la propia infección natural puede resultar más
poderosa que una vacuna, como es el caso de quienes han padecido de paperas,
una enfermedad que genera inmunidad de por vida, aunque algunas personas que
han recibido una o dos dosis de la vacuna continúan contrayendo la enfermedad.
Marion Pepper, inmunóloga de la Universidad de Washington en Seattle ha dicho que “está claro que una opción es menos problemática para la recuperación del cuerpo que la otra: hay más riesgo con la infección natural”.