Los
síntomas que ayudan a definir un cuadro de coronavirus fueron variando desde la
aparición del virus como la falta de olfato, la alteración del sabor y falta de
gusto comenzaron a hacerse cada vez más presentes en personas que luego
terminaban dando positivo al test .
La pérdida del olfato, acompañada de la pérdida del gusto se manifiesta como consecuencia de que el SARS-CoV-2 ingresa por las fosas nasales y se pone en contacto con el epitelio olfatorio.
Las
primeras neuronas tienen, a nivel de las cilias de sus dendritas, un receptor,
que es la estructura que termina dañada por el coronavirus. Esto hace que no se
puedan captar los olores que ingresan por las fosas nasales (vía anterior)
junto con el aire y tampoco las que se desprenden del bolo alimenticio (vía
posterior).
Los olores, que son estímulos químicos, no llegan a la primera neurona para transformarse en estímulos eléctricos y pasar luego la información al nervio olfatorio. Este nervio recibe el nombre de “primer par craneal” e ingresa al lóbulo anterior del cerebro, se pone en contacto con el bulbo olfatorio y luego pasa por el tracto olfatorio hasta llegar al rinencéfalo.
La falta de gusto, se manifiesta porque se alteran los receptores que están en las papilas gustativas encargados de detectar el dulce, salado, ácido y amargo. Toda esta secuencia demuestra que los olores y los sabores son interpretados a nivel del sistema nervioso: no olemos, con la nariz, sino con el cerebro.