Aunque los
carros no transportan suficientes personas como para albergar un evento
superpropagador tradicional, son espacios pequeños y sellados que aún pueden
conllevar el riesgo de transmisión de coronavirus.
Son espacios pequeños que hacen que la sana distancia sea imposible, además de que en ellos quedan atrapados los aerosoles, las diminutas partículas transportadas por el aire que pueden transmitir el virus.
“Aunque te cubras
el rostro de alguna manera, de todos modos expulsas aerosoles diminutos cada
vez que respiras”, afirmó Varghese Mathai, físico de la Universidad de
Massachusetts, campus Amherst. “Y si es una cabina cerrada, entonces sigues
expulsando estas partículas diminutas y, naturalmente, se acumularán con el
tiempo”.
En un nuevo estudio, Mathai y tres colegas de la Universidad Brown Asimanshu Das, Jeffrey Bailey y Kenneth Breuer usaron simulaciones computarizadas para mapear cómo fluyen las partículas llenas de virus por el interior de un carro. Sus resultados, publicados a principios de enero en la revista Science Advances, sugieren que abrir ciertas ventanas puede crear corrientes que protegerían tanto a los pasajeros como a los conductores de enfermedades infecciosas como el COVID.
Sus
resultados, que aún no se han publicado, sugieren que un viaje de 20 minutos en
carro con alguien que emite partículas infecciosas de coronavirus puede ser
mucho más arriesgado que compartir un aula o un restaurante con esa persona
durante más de una hora.