Las
personas que se recuperan del COVID-19 desarrollan una inmunidad temporal.
Según un estudio austriaco publicado en la revista “European Journal of
Clinical Investigation”, el riesgo de reinfección se reduce desde los primeros
cinco a seis meses alrededor de un 91 por ciento, el mismo porcentaje que una
vacuna de alta efectividad.
Sin embargo, la cantidad de anticuerpos que evita que los virus accedan a la célula, la llamada respuesta inmune humoral, disminuye con el tiempo, sobre todo después de un curso leve de la enfermedad.
Con el fin
de no desencadenar reacciones inmunes excesivas y porque las vacunas escasean,
los médicos recomiendan inyectar a los que se hayan recuperado, como mínimo,
después de seis meses de haberse contagiado.
Es más probable que la reacción a la vacuna sea más fuerte en aquellos que se han recuperado que en los que aún no se han infectado. Esto no es nada sorprendente, según explicó la viróloga Sandra Ciesek. “El sistema inmunitario es capaz de aprender. Y en aquellos que se han recuperado, el cuerpo ya ha tenido contacto con el patógeno”, dijo Ciesek. Después de una vacuna, el sistema inmunitario de estas personas se activa mucho más rápido y con más fuerza.
El cuerpo
de los que han superado la enfermedad reconoce el coronavirus, y por ello es
suficiente una sola vacuna a modo de refuerzo.