“Me he
estado preparando para esta pandemia durante 15 años”, dijo Thorolfur
Gudnason, el epidemiólogo jefe de Islandia. Gudnason fue puesto a cargo de la
respuesta a la pandemia de Islandia desde el principio.
“Decidimos de inmediato lo que haríamos: realizar pruebas, rastrear contactos y aislar a todos los diagnosticados. Hicimos esto de manera agresiva, desde el primer día”, apuntó. Su equipo de rastreo de contactos, integrado por detectives de la vida real, estaba en funcionamiento antes de que Islandia registrara su primer caso.
Tuvo su
primera ola bajo control rápidamente y, en mayo de 2020, la gente había
comenzado a declarar al país libre de coronavirus. Las cosas siguieron así por
un tiempo, pero a fines del verano, Islandia fue golpeada inesperadamente por
otra ola más feroz, después de que dos turistas que dieron positivo rompieron
las reglas de su aislamiento.
Después de erradicar el virus de la sociedad, Islandia erigió fronteras de acero. Desde junio del año pasado, todos los pasajeros que llegan han sido puestos en cuarentena y hay pruebas obligatorias en el aeropuerto.
Algo que
algunos países tardaron casi un año en descifrar, Islandia lo descubrió en unos
meses. Si la sociedad tenía alguna posibilidad de reabrirse, el virus tenía que
ser contenido al entrar.