La
emergencia global causada por el SARS-CoV-2 ha impactado negativamente en la
atención que se presta a otras enfermedades, sobre todo crónicas, como las
patologías cardiovasculares.
Infectarse de COVID puede generar daños directos en nuestro sistema cardiovascular, en forma de daño directo cardíaco, como son las miocarditis, pero también precipitando arritmias cardíacas, insuficiencia cardíaca y problemas de trombosis en distintos territorios vasculares.
Como todos
los virus, para multiplicarse necesita utilizar la maquinaria de una célula. Para
entrar utiliza una llave, presente en su membrana, que es la proteína S y la cerradura es un receptor de membrana
celular llamado ECA-2.
Esta ECA-2 tiende a la baja en las infecciones por coronavirus. Entre sus funciones está el equilibrio de la presión arterial y la fluidez de la circulación. De ahí que se produzcan efectos colaterales sobre el sistema vascular.
Aunque el
virus tenga preferencia por las células pulmonares, entra también en nuestro
corazón y nuestros vasos sanguíneos, provocando daño al multiplicarse. Parte de
este daño lo genera la propia respuesta inmune. Aunque también, como sistema
inmune y sistema de la coagulación están relacionados, el equilibrio de la
coagulación sanguínea puede romperse, generándose trombosis.