Entre los problemas detectados también se encuentran los asociados a la salud mental de las personas. “El hambre de piel” es uno de ellos, no es otra cosa que un fenómeno neurológico causado por la falta de contacto con el resto de personas.
El antropólogo Paul Byers fue uno de los que explicaron los efectos debilitantes de este fenómeno en los ancianos, uno de los grupos de riesgo frente al coronavirus y de los más afectados por la pandemia.
“Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión
subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago del cerebro. El contacto humano
se postula, pues como algo beneficioso para el organismo como una caricia, un
abrazo, un apretón de manos”, indico Paul.
Los expertos aseguran que esta falta de contacto es, en realidad una señal fisiológica y en base a ello explican que el cerebro nos indica cuando le falta algo. Provocado también en los meses más duros del confinamiento por la ausencia de sol en el cuerpo.
“Creo que subestimamos lo importante que es el contacto
físico en nuestra interacción social. El toque humano es clave para nuestra
supervivencia, está en nuestro ADN”, reconoce Robin Dunbar, psicólogo
evolutivo.