Si los virus pudieran definirse por una sola característica, la objetividad sería una buena opción. Al fin y al cabo, su objetivo es bastante sencillo: invadir las células de un ser vivo y utilizarlas para crear nuevas copias de sí mismo, que repetirán este proceso.
Por lo general, el rito de invasión y replicación dura unos días, y si el sistema inmunitario no es capaz de lidiar con el problema, la afección se convierte en una situación más grave que pone en peligro la vida.
Pero hay un grupo de virus que van un paso más allá. Poco después de la infección inicial, logran esconderse en algún rincón del cuerpo.
Esta fase puede durar meses, años o incluso décadas, y solo finaliza cuando las células de defensa dejan de funcionar como se espera. Luego, la infección reaparece y vuelve a causar problemas de salud. Y este grupo tiene varios representantes bien conocidos, que van desde el VIH, causante del sida, hasta el herpes simple 1 y 2, que causan llagas en la comisura de la boca y en la región genital.
Básicamente, hay cuatro formas en que un virus se esconde en el cuerpo:
- La primera de ellas es utilizada con frecuencia por la familia de los herpes.
- El segundo mecanismo es comúnmente utilizado por otra familia: los retrovirus como el VIH y el HTLV.
- La tercera opción de ocultamiento de algunos virus son los llamados sitios inmunoprivilegiados.
- Finalmente, también vale la pena recordar que algunos patógenos están relacionados con enfermedades que no siempre tienen que ver con las manifestaciones iniciales de la infección.