Las consecuencias de los dos terremotos ocurridos en el sur de California la semana pasada fueron menores, en tanto solo se trató de daños materiales, y no hubo muertos ni heridos de consideración. Sin embargo, los sismos hicieron resurgir una preocupación que para los residentes de ese Estado puede llegar a ser una cuestión de vida o muerte: ¿el “Big One” está cerca?
La referencia al “Big One” (el grande) tiene que ver con la predicción de científicos de que un devastador sismo (superior a 8 en la escala Richter) podría producirse a lo larga de la falla de San Andrés, una falla geológica que se extiende por más de 1300 kilómetros a lo largo de California y Baja California, en México. De acuerdo a los geólogos, en esa zona se produce un terremoto cada 150 años, aproximadamente, y el último significativo que se produjo allí fue en 1857, un episodio de 7,9. Hay que agregar que hay menos riesgo de un gran sismo en el norte del Estado debido a que hubo un potente terremoto en San Francisco en 1906.
Luego de los dos sismos, uno de 6,4 el 4 de julio y uno de 7,1 el 5 de julio en la zona de Ridgecrest, el gobernador de California Gavin Newsom dijo que ambos episodios deben servir como una “advertencia” a los residentes para instancias más graves.
Estos incidentes fueron los sismos más graves desde el terremoto de 1994 de Northridge, el cual dejó un saldo de 61 muertos y más de 15 mil millones de dólares en daños.
Ambos episodios de la semana pasada causaron roturas de calles y caños de gas, lo que llevó a algunos incendios que fueron rápidamente controlados. Según especialistas, la levedad del daño fue porque el sismo ocurrió en una zona alejada de los principales centros urbanos. En Los Ángeles, San Francisco o San Diego, hubiera causado muchísimos más problemas, desde el colapso de autopistas y puentes hasta incendios más severos.
Al mismo tiempo, advirtieron que es muy probable que sismos de entre 6 y 7 grados Richter se conviertan en eventos esperables cada 3 o 4 años en diferentes regiones del Estado.
Un riesgo en alza
Basado en lo ocurrido la semana pasada, el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGC, por sus siglas en inglés) predijo que hay un 70% de chances de que un sismo de intensidad 6,7 o más ocurra a lo largo de la falla de San Andrés antes de 2030.
La falla de San Andrés es la frontera geológica en la cual se unen las placas tectónicas del Pacífico y de Norteamérica. No es una línea recta, sino una suerte de camino sinuoso que desliza a lo largo de dos dos países, y atraviesa ciudades tan pobladas como San Francisco y Los Ángeles.
El terremoto de San Francisco de 1906 es el episodio que más se asemeja a lo que podría suceder con el potencial “Big One”. En esa instancia, un sismo de 7,9 destrozó la ciudad y dejó más de 3 mil muertos, el incidente más grave en la historia de Estados Unidos. Poco después del terremoto, se desató un feroz incendio que terminó por devastar la ciudad. De las 400 mil personas que vivían en San Francisco, entre 225 y 300 mil se quedaron sin casa, y 500 manzanas de la ciudad terminaron en ruinas.
Un grupo de geólogos hizo una simulación hace algunos atrás para darse una idea de lo que podría ocurrir si se produjera un sismo de una intensidad de alrededor de 8 en la falla de San Andrés. Si bien la escena estaría lejos de los pronósticos más oscuros que se ven en las películas (por empezar, no habría tsunami, ya que es una falla geológica tierra adentro, y se requiere un movimiento tectónico de placas oceánicas para generar ese tipo de episodio), las consecuencias serían catastróficas.
A los pocos minutos de comenzado, las estructuras más antiguas se derrumbarían todas, y se interrumpiría el suministro de agua, electricidad y líneas telefónicas. La infraestructura que provee todos estos servicios básicos atraviesan la falla de San Andrés, y debido a los daños en las autopistas y rutas, las obras para repararlas demorarían meses. A su vez, se desatarían cientos de incendios, los cuales se expandirían dado que no habría suministro de agua para apagarlos.
Fuente: Clarín