Parece poco lógico pero la justicia determinó que el Estado de Francia debía indemnizar con 500 euros al terrorista Salah Abdeslam, el último extremista vivo de los atentados de París de noviembre de 2015, donde murieron 131 personas. La ley de determinó que el pago es por “violar su intimidad” con cámaras de vigilancia permanente en su celda de alta seguridad de la prisión de Fleury-Mérogis, en la periferia sur de la capital francesa.
Salah, belga de nacimiento, de nacionalidad francesa de origen marroquí, consiguió huir de Francia hacia Bélgica tras los atentados, donde continuó su carrera criminal, participado en otros actos terroristas cometidos en Bruselas el mes de marzo de 2016. Fue detenido semanas más tarde, en un famoso barrio multicultural de la capital belga y condenado a veinte años de cárcel por la justicia de ese país. Luego fue entregado a Francia, para ser juzgado por las matanzas de 2015, juicio que se llevará a cabo el próximo año.
Jean-Jacques Urvoas, ministro francés de Justicia, en 2016, consideró que Abdeslam debía estar sometido a un sistema de vídeovigilancia especial, por varias razones: riesgos apreciables de suicidio o intentos de evasión con posible impacto en la seguridad pública, recoge ABC.
Se consideró además que la comunicación con el exterior, a través de sus abogados, familiares o amigos, podía utilizarse para hacer pasar mensajes que ponen en riesgo la seguridad mundial, tratándose de un individuo con muchas relaciones en Francia, Bélgica, Alemania y Siria. Tales sospechas aconsejaron someter a Abdeslam a un sistema de controles especiales.
Eso fue lo que aprovechó Frank Berton, el abogado de Abdeslam, que denunció la “ilegalidad” de las condiciones de detención del terrorista. Y esa denuncia terminó en un proceso en que el Tribunal administrativo de Versalles condenó al Estado francés a pagar 500 euros de “indemnización” por haber instalado cámaras de vigilancia, las veinticuatro horas del día en su celda. Sin embargo, Salah renunció a los 500 euros y hasta ahora guarda un silencio absoluto, a la espera de su condena.
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