Las bebés
nacieron el mismo día, en el mismo hospital, con cinco horas de diferencia. Una
pesó 2,270 kilos al nacer, y la otra 2,290 kilos. Al tener bajo peso, ambas
fueron ingresadas en el área de incubadoras del hospital, donde fueron
intercambiadas por un “error humano”. A partir de ese instante, cada
una de ellas vivió con una familia que no era la suya, viviendo una vida que no
le tocaba.
Vivieron cada una su vida sin saber nada durante 15 años. Hasta que, según cuenta un medio que dió a conocer la historia, una de las chicas tuvo que realizarse en 2017 una prueba de ADN con su padre, que no se hacía cargo de ella.
La prueba
reveló que el hombre no era su padre genético, y tampoco lo era quien ella
creía que era su madre, que murió en 2018. Además, salió a la luz que su grupo
sanguíneo tampoco coincidía con el que estaba registrado en su historia
clínica. Se inició entonces un proceso legal para averiguar su identidad y
tirando del hilo, se descubrió el intercambio.
La niña
vivió una vida que no le tocaba vivir en una familia que pasó por grandes
dificultades económicas. Desde 2003 lleva en situación de riesgo, y su abuela
tuvo que hacerse cargo de la niña debido a la incapacidad de los padres para
criarla.
Hay un proceso judicial en marcha por la confusión de las identidades, en el que la denunciante reclama tres millones de euros por haber crecido todos estos años en un entorno completamente distinto al de su familia biológica. Por su parte, Salud le ofrece una indemnización de 215.000 euros.
Ahora se están esperando nuevas pruebas de ADN para probar que los padres de la otra bebé serían los progenitores biológicos de la chica denunciante. La otra niña, por su parte, no se ha pronunciado.