Vacunar a los niños es rutinariamente aceptado. Sarampión, polio, difteria, paperas, múltiples cepas de la meningitis, tos ferina, figuran entre la lista de enfermedades para las que se vacuna a los menores, a veces cuando solo tienen unas semanas de vida.
Hay países que ya han comenzado a hacerlo. Estados Unidos ha vacunado a alrededor de 600.000 menores de entre 12 y 15 años de edad. Las autoridades esperan tener suficientes datos sobre la seguridad de las vacunas para lanzarse a inmunizar a niños aún más pequeños el año que viene.
Reino Unido
avanza rápido con los adultos y a todos se les debería haber ofrecido la
primera dosis antes del final de julio, pero aún no ha tomado una decisión
sobre los menores.
La cuestión científica a responder es si vacunar a los pequeños salvará vidas. La respuesta es compleja y podría variar de país a país. (Nada es seguro)
También se plantea la cuestión moral, si las dosis destinadas a los niños salvarían más vidas si se les administraran a trabajadores sanitarios y población vulnerable en otros países. Afortunadamente, una de las pocas cosas buenas de esta pandemia es que los niños raramente se ven seriamente afectados por este virus”, afirma un profesional.
Las
infecciones en niños son casi siempre asintomáticas o muestran síntomas leves,
lo que contrasta con otros grupos de edad a los que se ha dado prioridad en las
campañas de vacunación.
Un estudio realizado en siete países y publicado en la revista The Lancet estimó que menos de dos de cada millón de niños murieron de Covid durante la pandemia.
Incluso los
niños con enfermedades preexistentes que elevarían el riesgo en un adulto no
están recibiendo la vacuna por el momento en la mayoría de países. Solo se les
ha indicado la vacuna a aquellos con un “riesgo muy alto de exposición y
desenlaces graves, como los menores discapacitados que viven en centros para
dependientes.
Las vacunas
son extraordinariamente seguras, pero sus riesgos y beneficios deben superarse cuidadosamente.
Los niños no se han mostrado hasta ahora como grandes propagadores del virus, pero los adolescentes sí podrían jugar un papel.