Foto: nomada.gt
La pérdida
de biodiversidad deja de ser un problema abstracto para manifestar su dinámica
en forma concreta con la pandemia por el COVID-19.
Los coronavirus son virus zoonóticos, es decir que pueden transmitirse entre animales y humanos. Varias evidencias científicas permiten determinar que el origen del-SARS-CoV 2 o COVID-19 es natural y no artificial. Por un lado el análisis genético mostró un estrecho parentesco con los coronavirus que infectan a murciélagos y a pangolines, sin embargo, la similitud no es tan alta como para pensar en un salto directo de murciélagos o pangolines a humanos, por lo que se especula con la existencia de un hospedador intermedio que aún no se ha determinado.
Todas y
cada una de las especies presentes, ya sean animales, vegetales, insectos,
hongos, bacterias, virus, etc., están estrechamente relacionadas e
interaccionan permanentemente mediante dinámicas de competencia, mutualismo,
relaciones predador-presa, parasitismo, simbiosis, etc.
Los animales tienen ciclos silvestres naturales en sus enfermedades, y actúan como reservorio genético de sus patógenos, es decir, pueden ser portadores de una enfermedad sin presentar síntomas, las especies que hospedan a los patógenos han evolucionado conjuntamente con ellos, generando inmunidad, en un equilibrio que permite la sobrevivencia a ambas partes.
La pérdida
de biodiversidad y emergencia de enfermedades zoonóticas se ha descrito
previamente con varias enfermedades como la enfermedad de Lyme, trasmitida por
las garrapatas en la costa este de Estados Unidos. No todos los animales están
enfermos o son portadores y muchos de ellos son agentes directa o
indirectamente beneficiosos para nuestra especie, no podemos ir demonizando
animales y desconocer que nosotros mismos somos quienes estamos provocando
estas pandemias.