La cebolla es un alimento muy antiguo, y entre sus capas esconde numerosas propiedades nutritivas y medicinales, es rica en minerales y oligoelementos (calcio, magnesio, cloro, cobalto, cobre, hierro, fósforo, yodo, níquel, potasio, silicio, cinc, azufre y bromo); y también en vitaminas (A, B, C y E).
100 gramos de cebolla nos aportan el 11,5% de la dosis diaria recomendada de vitamina B6. El tipo de fibra presente en las cebollas puede reducir la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, como presión arterial alta, accidentes cerebrovasculares, insuficiencias cardíacas e infartos.
Digestiva y depurativa:
Favorece la digestión, al estimular el hígado, la vesícula y el páncreas aunque debería evitarse en casos de acidez estomacal. La cebolla es capaz de eliminar las toxinas y fermentos que se producen en el estómago tras la digestión.
Buena para la circulación:
Evita la formación de coágulos en la sangre, promueve la circulación sanguínea y ayuda a combatir las enfermedades relacionadas con una mala circulación.
Diurética:
Favorece la eliminación de líquidos corporales, por lo que es muy recomendable en pacientes con insuficiencia renal, gota, cálculos renales o edemas.