Después de hacer actividad física pueden aparecer ganas de comer de todo lo que haya en la heladera. Que eso ocurra es normal, ya que hemos realizado un gran gasto de energía. Una vez terminada la actividad de la jornada, el cuerpo necesita recuperarse. Cuando ocurre el catabolismo, que es la parte del proceso metabólico que consiste en la degradación, el organismo queda más receptivo a los alimentos.
Tomar agua:
El consumo de líquido también ayuda a reducir el apetito. De todas formas, no debemos tomar agua para evitar la comida, pero sí hacerlo para reemplazar los líquidos perdidos. Si después de haber bebido sentimos hambre, entonces es momento de elegir un snack saludable.
Hacer ejercicio antes de comer:
Casi todos coinciden en que lo mejor es realizar ejercicios físicos por la mañana para comenzar el día llenos de energía. Pero también se plantea la cuestión sobre si conviene desayunar y qué ingerir en ese caso.
No comer por costumbre:
Comer por comer es bastante común cuando no llevamos adelante un plan alimenticio. En ocasiones, la ansiedad, el estrés y hasta el aburrimiento hacen que revisemos la alacena o la heladera para ingerir algo.
Respetar todas las comidas del día:
Un buen almuerzo y una cena adecuada nos ayudan a controlar mejor el apetito después del entrenamiento. Los alimentos ricos en proteínas, como carnes magras, pescados, legumbres, lácteos o frutos secos son importantes para sentirnos saciados.