El equipo
que dirige el virólogo Antonio Alcamí (Valencia, 1960) en el Centro de Biología
Molecular Severo Ochoa, dependiente del CSIC, ha perfeccionado un sistema para
detectar la presencia del coronavirus en el aire y calcular con exactitud su
concentración.
Su método abre la puerta a identificar posibles focos de contagios antes de que el virus se transmita. Es como un motor que aspira el aire y un filtro que atrapa las partículas de COVID-19 a su paso.
Mediante una PCR, el filtro nos revela la presencia del virus y la cantidad de partículas que hay flotando en el ambiente.
Hasta ahora, el principal uso que se ha hecho de este sistema ha sido hospitalario. “Hemos conseguido monitorizar, de forma continuada durante varios meses seguidos, la presencia de SARS-CoV2 en el aire en varias zonas de los hospitales de La Paz de Madrid y Severo Ochoa de Leganés como las salas de espera, las urgencias, las ucis, las áreas de descanso de los sanitarios”.
La gran
utilidad de este sistema es que permite detectar zonas que, por estar mal
aireadas o tener un sistema de ventilación defectuoso, concentran mucha
presencia de virus y, por tanto, son peligrosas porque pueden facilitar los
contagios.